Una vez vi una guía de restaurantes en la cual el crítico tenía la honestidad profesional de poner el ícono de una manito junto a las reseñas de establecimientos de cuyos dueños era amigo; admitía que su objetividad se encontraba comprometida.
El Viajero Invernal, salvo una bisabuela balear, podría protagonizar la película "7 de 8 apellidos gallegos". Así que todas las notas que sigan, desde ésta en adelante hasta que abandonemos Galicia, ustedes consideren que junto a ellas hay una manito, porque la emoción me va a ganar.
Obviamente puede haber gente que no sepa qué es El Camino de Santiago (The Way of Saint James). Para todos ellos (y para los que sí lo saben) les recomiendo la película El Camino/The Way dirigida por Emilio Estévez y protagonizada por Martín Sheen (hermano y padre de Charlie Sheen, respectivamente, todos ellos con ascendencia gallega).
Pueden encontrar abundante información sobre El Camino en internet; el mismo está señalizado, a través de las ciudades incluso, por la imagen de una concha de vieira. Para resumir, primero deben optar por uno de los caminos. Sí, son muchos; nosotros optamos por el más tradicional, el camino francés. Luego deben elegir el medio de transporte; a pie, en bicicleta, a caballo.
Debo aclarar que el camino en auto no va sobre el propio camino; se cruza con el en diversos puntos donde puede observarse a un lado de la ruta desplazarse a los peregrinos.
Que uno tome el camino francés no quiere decir que uno tenga que empezar necesariamente en Francia; optamos por hacer los últimos quinientos kilómetros, así que los territorios a recorren pertenecerían a Castilla-León y a Galicia.
Comenzamos entonces en las Ruinas del Monasterio de San Antón, bastante conservado lo que aún queda en pie y con cartel explicativo.
Muy lindo Castrojeriz. Dice la Wikipedia: "Se cree que fue la antigua Castrum Sigerici. Tiene configuración de pueblo del Camino. En esta calle-camino hay varias iglesias y edificios notables. Hay un castillo en lo alto, en ruinas, que tiene mucha historia. Fue fundación del conde Muño (o Nuño Núñez), que defendió la fortaleza a finales del siglo IX contra los árabes. Antes había sido fortaleza celtíbera, romana y visigoda."
Y como no sólo de Historia vive el hombre (y la mujer) aprovechamos para probar unos deliciosos pinchos en El Patio.
Estaban deliciosos y la gente fue muy atenta y nos atendieron estupendamente.
Visitamos el Rollo Gótico Jurisdiccional de Bobadilla del Camino (siglo XV). Aquí es donde se ataba a los condenados para exponerlos a la vergüenza pública; espero que como monumento nacional sea respetado, porque a mí se me ocurre que en Buenos Aires se utilizaría para las despedidas de soltero (pobres solteros atados a la reja del obelisco o similares).
Luego quisimos visitar la iglesia de Santa María la Blanca en Villalcázar de Sirga pero se encontraba cerrada. Consejo contra la frustración: en un viaje a Europa, planeen muchas más cosas de las que van a poder realizar realmente; un 20% va a estar cerrada o en refacción/restauración, por más precauciones que tomen. ¡Foto en la puerta y al atractivo siguiente que hay mucho por disfrutar!
No me quiero olvidar del almuerzo en Puente Villarente en el Hostal Restaurante La Montaña; la cocinera nos presento un plato con lomo, papas fritas, morrones, huevos fritos, chorizo colorado en rodajas. Cuando lo probé se me llenaron los ojos de lágrimas y me sentí por primera ve verdaderamente en España.
Luego circulamos por el Puente de Paso Honroso
Pasamos la noche en el Hostal Juli (sencillo y acogedor, muy recomendable) y visitamos la Iglesia de los Santos Justo y Pastor en San Justo de la Vega.
Comenzamos el nuevo día pasando por un pueblo maragato; Castrillo de los Polvazares. Averigüen acerca de los maragatos que son un pueblo muy interesante.
“Morriña es una palabra del idioma gallego que describe un sentimiento que se refiere especialmente a la añoranza de la tierra de donde procede uno.”
Habiendo transitado el día anterior la parte del Camino de Santiago correspondiente a León nos aprestamos a ingresar a Galicia. Pero antes debíamos pasar por la Cruz de Ferro, un crucero a 1500 msnm, donde el peregrino debe dejar una piedra. El clima era espantoso e iba empeorando en el ascenso; cielo plomizo, niebla, frío y una ventisca que calaba los huesos. A decir verdad, era viento propiamente dicho el que se escuchaba (y vaya cómo).
Nos dirigimos luego a las "Fauces Gallaetiae" (Pedrafita do Cebreiro). Quería encontrar el mojón de entrada a Galicia, el que se correspondía a la foto de fondo de la pantalla de mi celular. No me importaba que estuviese lleno de graffitis: lo quería abrazar, me quería sacar fotos, besar el suelo al estilo papal. Les aseguro que el clima era en extremo inclemente; como podrán adivinar, mi entrada apoteósica no sucedió. Por el contrario, mientras aún estaba dudando si un mojón blanqueado a la cal al que había fotografíado desde la ventanilla del automóvil era aquel que buscaba, ya me topé con el cartel que decía “Bienvenido a Galicia”.
Había soñado mi llegada a Galicia una y mil veces, tomando en cuenta diversos aspectos. Uno predominante era el clima; para el Día del Padre, entre otros regalos relacionados con el viaje, me obsequiaron un paraguas y un piloto. “Galicia, la esquina verde” de España; bastaba mirar las estadísticas de precipitaciones y uno podía explicarse el porqué. Y puestos en ese tren, como dicen los gallegos: Se chove, ¡que chova! Sinceramente, me hubiese defraudado mucho si no llovía. No desees mucho algo, porque se te puede cumplir. Apenas llegamos a O Cebreiro, diluviaba. Los cuarenta días y las cuarenta noches; todos juntos. Me sentí feliz. Continuando con la galleguidad, quisimos ir a conocer la primera palloza que veríamos por dentro (como las del poblado de Ásterix); se me vino todo el orgullo celta de golpe al corazón y me duró... hasta que leímos el cartelito que tenía colgado. “Cerrado por vacaciones”.
Lo último que se pierde es la esperanza, dicen; el Santo Grial no nos podía fallar. Si está allí desde el milagro del año 836 (ya era viejo cuando los Reyes Católicos lo visitaron en 1486). Y sí, allí estaba. Lo que me divirtió más era ver un grupo de monjas excitadísimas y a la vez contenidas que esperaron que nos retiráramos y luego sí, dieron rienda suelta a un fanatismo y alegría dignos de unas grouppies adolescentes.
Ya en el restaurante de la posada que se encuentra allí, nos dejamos abrigar por el caldo gallego. Mientras masticaba trabajosamente (posiblemente por el nudo en la garganta que tenía de emoción) un polbo á feira que de cualquier modo distaba de estar en su punto justo, pensaba acerca de si es posible volver a donde uno jamás estuvo y llenar ese vacío del alma. “Morriña es una palabra del idioma gallego que describe un sentimiento que se refiere especialmente a la añoranza de la tierra de donde procede uno.”
Proceder es más que nacer.
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